Cierta vez preguntaron a una madre cuál era su hijo preferido, aquel que ella mas amaba.
Ella, dejando entrever una sonrisa, respondio: “Nada es más voluble que un corazón de madre y como madre, le respond:
El hijo más amado es:
Aquel a quien me dedico en cuerpo y alma. Es mi hijo enfermo hasta que sane.
El que partió, hasta que regrase.
El que está cansado, hasta que descanse.
El que está con hambre, hasta que se alimente. El que está con sed, hasta que beba.
El que está estudiando, hasta que aprenda.
El que está desnudo, hasta que se vista.
El que no trabaja, hasta que se empleé.
El que se enamora, hasta que se case.
El que se csa, hasta que conviva.
El que es padre, hasta que críe a sus hijos.
El que prometió, hasta que cumpla.
El que debe, hasta que pague.
El que llora, hasta que sane su corazón y su pena…
Y ya con el semblante bien distante de aquella sonrisa, complete:
El que ya me dejo, hasta que lo reencuentre…
Una madre siempr3e vee n su hijo la Esperanza dormida que un día desperterá.
Mi Fe siempre me sostiene. Madre es adre, aunque el hijo se olvide de ella.
Así es y así será por siempre…
Porque cada hijo en su momento es el más amado.
(créditos al autor)
Un abrazo a la niña que fui…
Tímida e insegura.
A esa niña delicada y sensible que lloró y sufrió.
Ella se sintió sola.
Un abrazo a la mujer en la que me he convertido, terca e imperfecta pero siempre sincera.
Fuerte con el corazón siempre demasiado descubierto. A la mujer que está tratando de mejorar y que nunca deja de soñar.
Por la mujer que soy.
Por todo el amor que llevo dentro.
Por mis victorias y mis derrotas. Por todas las veces que me levanté.
Por todos los monstruos que enfrenté.
Un abrazo a la niña que sigo siendo y que siempre seré.
Sí, los padres toman muchas veces desde la concepción a un hijo o hija para anclarlo a ellos y a sus destinos.
A veces mencionan frases como estas, otras veces las traen en el alma:
Todas estas frases dichas o no, son una condena y un mandato que los hijos perciben y cumplen por amor ciego, amor infantil, como un contrato que llevan firmado en su corazón y lo cumplen.
Hijos que jamás se han ido de la casa de sus padres; deseando hacerlo.
Hijos que creen que tienen que cuidar a sus padres de viejos, también llamados hijos bastón.
Hijos que cargan con el mandato de viajar con sus padres, de pasar las fiestas con ellos, de tener que hacerlos felices como una obligación y a costa de conflictos y disgustos con sus propias familias.
Hijos que no se han casado o formalizado con ninguna pareja porque están atados simbólicamente con mamá o con papá.
Hijos que se hacen cargo de sus hermanos por promesas hechas a los padres en su lecho de muerte.
Ningún hijo debe quedarse anclado a sus padres.
¡Sanar es Accionar!
Me atrevo a decir que todos hemos vivido una infancia de la que tenemos que sanar algo de alguna forma, también me atrevo a decir que nadie ha tenido padres perfectos ni una vida en la que solo ha tenido experiencias agradables.
Cuando niños percibimos la realidad de una manera única, y así le otorgamos una interpretación particular a los hechos que vivimos cada día y los asumimos de cierta forma: ya sea que los conservemos como experiencias o como heridas.
Estas experiencias han influido de una manera u otra en quiénes somos hoy. Y nos pueden llevar a desarrollar ciertos patrones que no siempre son efectivos.
El detalle podría estar en cómo, cuando nos vamos desarrollando, vamos procesando las experiencias que vivimos, qué tan profundas pueden ser las huellas que nos dejan y cómo trascienden para marcar nuestro comportamiento en la edad adulta.
6 heridas de la infancia que marcan la edad adulta:
Reconoce esas conductas que sabes que debes sanar. Perdonar es la mejor forma de comenzar a sanar, ¡no busques culpables! Busca sanar, busca soltar las cargas pesadas, busca ayuda ...
Buscar culpables no nos ayudará a sanar, nos puede hacer perder energías. Es importante darnos permiso y oportunidad de sentir nuestras emociones y aprendamos a perdonarnos. Al sanar nuestras heridas podemos mostrarnos al mundo y disfrutar más lo que este nos ofrece.
De manera muy general te presento 6 etapas que deberíamos explorar para sanar las heridas emocionales de la infancia
1️⃣Acepta las heridas emocionales como parte de ti
2️⃣Aceptar que te haces daño sucumbiendo al temor o al reproche
3️⃣Date permiso para enfadarte con las personas que alimentaron tu herida
4️⃣Tras la aceptación y el perdón viene la transformación
5️⃣Observa el mundo con y sin herida
6️⃣Apóyate en tu círculo social
Recuerda que el apoyo de un profesional de la salud mental puede ser necesario para acometer este proceso con éxito.
-Henry Ford
Las creencias son afirmaciones, pensamientos, juicios e ideas de nosotros mismos sobre las personas de nuestro entorno, el mundo que nos rodea y su funcionamiento. Nuestras creencias filtran lo que capturamos través del sistema sensorial, de manera que determinan el significado que asociamos a cada vivencia en particular, por insignificante que esta nos parezca. Las creencias ejercen un gran impacto sobre la manera en que nos comportamos y en los resultados que obtenemos en base a nuestro comportamiento (Simón, 2016).
Las creencias actúan en nosotros como predicciones o presagio, es lo que es y así será. Las creencias, limitantes o potenciadoras, determinan los actos, actúan en forma de retroalimentación y determinan nuestros actos, estos a su vez establecen nuestras creencias. Y mientras mas pasa el tiempo mas firmes, determinantes y reales son esas creencias. Ellas determinan nuestra mirada al mundo, dirigen los pensamientos y tienen la capacidad inherente de condicionarse.
Las creencias trabajan a un nivel profundo en la estructura mental, e influyen sobre nuestros pensamientos y comportamientos. En algunas ocasiones estamos conscientes de que las más arraigadas e influyentes, están en nuestro nivel consciente. También tenemos creencias como verdades absolutas que nunca que nunca no hemos cuestionado, porque están en nuestro nivel inconsciente. Y estas creencias pueden haber sido adquiridas desde mucho antes de nacer; probablemente son parte de los programas transgeneracionales. Las personas que cuidan y educan al niño influyen en la construcción arraigada de ciertas creencias. A esto también le añadimos su entorno familiar, social-cultural y educativo. Las creencias se van afirmando con el crecimiento y desarrollo; con la edad, experiencias y vivencias que se van adoptando.
Las creencias que provienen de la infancia determinarán nuestras acciones y relaciones futuras. Las experiencias también nos suplen vivencias que construimos, organizamos y equilibramos en el mapa mental. La mente no evalúa si estas experiencias son positivas o negativas, solo las archiva a modo de interpretación de cómo la podemos utilizar.
Las creencias son muy poderosas. Una creencia positiva puede llevarte a alcanzar las metas más retadoras. Estimulan las capacidades y potencian nuestra fortaleza y confianza; amplían la percepción y nos permiten poner atención en aquellas cosas que nos ayudan a equilibrar nuestra vida. Nos ayudan a enfocarnos en lo que queremos y a dirigirnos hacia eso, permitiéndonos nuevas posibilidades y conclusiones; generar nuevas creencias e ideas, y obtener resultados diferentes, sin desviarnos del objetivo.
Las creencias negativas o limitantes son pensamientos que hacen interpretar la realidad de una manera que limita el desarrollo potencial de las capacidades, bloquea nuestras acciones y nos impide alcanzar lo que deseamos. Estas pueden expresarse abiertamente o de forma inconsciente. Las creencias influyen en la percepción de la realidad. Cambiar una de ellas puede provocar una transformación significativa en un aspecto especifico de nuestras vidas…
Siempre, siempre hemos cuidado de algo; desde un juguete, una mascota, una planta, el ambiente, una cosa, un hermano, un hijo, nuestros padres y obviamente de nosotros mismos. Cuando hablamos de cuidar nos referimos a la acción de conservar, asistir, resguardar y/o guiar a alguien o algo.
Por tiempos el cuidado que ofrecemos a los demás se ha definido por un constructo social el cual se define como ayudar, contribuir, dar la mano, escuchar, alimentar, acudir y hasta abrazar, esto en un acto de generosidad. El cuidar a otros es aceptar acompañar al otro con sus virtudes y defectos pues es un ser frágil a las presiones sociales/terrenales.
La mayoría de nuestras acciones de cuidado fluyen de manera natural o automatizadas dependiendo de lo que se cuida y del constructo que tengamos al respecto. El cuidar de un recién nacido o un bebé es algo que aprendemos a hacer, o por instinto, o por referencia y esta tan romantizado que fluimos en el proceso, se resiste, no se cuestiona, no se abandona como podríamos hacer con una cosa, una planta, una mascota o una persona de edad avanzada…
El sentimiento de ser cuidado por alguien es muy diferente al sentimiento que nos provoca el cuidar de algo o alguien.
Pregunto:
¿Cómo te sientes cuando alguien te cuida o te ofrece sus cuidados?
¿Qué diferencia hay en la acción de cuidar algo versus el cuidar a alguien?
¿Cómo te sientes cuando cuidas de algo o alguien?
¿Prefieres cuidar un niño o una persona de edad avanzada?
¿Cómo te sientes más cómodo, cuidando un niño o una persona de edad avanzada?
¿Cuántas madres abandonan o desatienden a sus hijos versus cuántos hijos abandonan o desatienden a sus padres?
¿Qué concepto o perspectiva tenemos sobre las madres/padres que abandonan o desatienden a sus hijos versus los hijos que abandonan o desatienden a sus padres?
¿Qué oportunidades tienen los niños abandonados o desatendidos versus los padres abandonados o desatendidos?
¿Socialmente que es esperado y que no es esperado?
¿La acción de cuidar depende del cuidado o del cuidador?
Podría escribir mil líneas sobre las respuestas a esas preguntas, pero al final seria mi perspectiva, mi opinión o mi experiencia al respecto y me parece que es un tema muy individual, personal. Todos vamos creando nuestra propia definición y concepto de lo que es cuidar y ser cuidado y hacia eso nos dirigimos.
Nacimos, morimos, cuidamos, nos cuidan…
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